jueves, 11 de noviembre de 2010

El triunfo de Dilma, apadrinada por Lula, asegura el proyecto social-neoliberal

  Mario Rossi Garretano    
Militante de la izquierda uruguaya.
El gobierno Dilma Rousseff estará volcado a dar continuidad a la alta ganancia del gran capital 


 
MUJICA: EL EJEMPLO A SEGUIR ES LULA ¡GRANDE LULA! UNIENDO A LOS DIFERENTES
El 13 de abril del 2009, en su alocución [el presidente de uruguay y ex-guerrillero tupamaro] Mujica decía:
“Lula no ha hecho ninguna revolución, pero sacó a 50 millones de personas que estaban sumidos en la indigencia y les dio dignidad y esperanza. Y en el mismo acto que cumplía una enorme meta solidaria, ampliaba la polenta de la economía brasilera. Porque desde la indigencia se produce poco y se consume menos, y por tanto no se contribuye casi nada a esa calesita que, en algún modo, es el capitalismo.
Admiro y me identifico con varias cosas de Lula. Primero, con la paciencia para recorrer un largo camino. Treinta años en la matraca, arrancando con un partido de pocos votos, hasta terminar en las grandes mayorías. Debió estar en seis elecciones antes de ganar.
Paciente, tenaz, obstinado.
Segundo, me identifico con su vocación por ir ensanchando las bases sociales de su proyecto político. Porque, ¡mire que Lula ha ido tejiendo alianzas! Alianzas políticas, pero sobre todo alianzas sociales. Arrancando desde el origen proletario de su primer PT, fue agrandando la base, haciéndoles lugar a otros actores sociales.
Y así, una cuenta más en el collar hoy y otra mañana, terminó armando un frente amplio social. El frente amplio mais grande do mundo, que para eso es brasilero.
Y tercero, festejo, y trataré de copiar de Lula, su capacidad para ser un presidente de todos sin dejar de ser el presidente de los más humildes, que es donde está su corazón. Y donde está también el mío. Si será grande Lula, que hasta traje y corbata se puso. Eso sí que es heroico"
LA ECONOMÍA DE BRASIL BAJO EL LULISMO: NEOLIBERALISMO CON LA “BOLSA”
* José Maria de Almeida, conocido como Zé Maria, nació en Santa Albertina, interior de Sao Paulo, el 2 de octubre de 1957. Es obrero metalúrgico y fue uno de los líderes de las huelgas del ABC paulista en 1978. En 1980, fue preso junto a Lula y más de 10 sindicalistas, en el marco de la Ley de Seguridad Nacional de la dictadura militar, permaneciendo más de un mes preso. Participó de la fundación del PT y de la CUT. Actualmente, integra la Central Sindical Popular-Conlutas, y es miembro de la dirección y candidato presidencial del PSTU (Partido Socialista dos Trabalhadores Unificado), en una entrevista (Traducción de Ernesto Herrera - Correspondencia de Prensa) manifestó:
“Dilma dará continuidad a la alta ganancia del gran capital” "Los empresarios tuvieron un aumento de 400% de sus ganancias. Mientras que el salario mínimo aumentó 57% en ocho años" “No hay como realizar los cambios necesarios para asegurar la vida digna a los trabajadores, fuera de una estrategia socialista, de ruptura con la burguesía. La no comprensión de este problema es lo que lleva, inclusive a sectores de la izquierda socialista brasilera, a vacilar ante la fuerza del PT y el gobierno Lula”.
Brasil de Fato – En 2008, una grave crisis golpeó el corazón del imperialismo estadounidense. No obstante, aquí en Brasil los efectos fueron, de cierta forma, controlados por el gobierno Lula, que la clasificó (a la crisis) diciendo que “allá (en EEUU), ella es un tsunami; aquí, si ella llega, va a llegar como un oleaje que ni siquiera da para esquiar”. Y hoy hay en la sociedad brasilera una relativa sensación de que la economía brasilera está bien estabilizada. ¿Usted concuerda con ese sentimiento?
Zé Maria – No concuerdo. Brasil vivió sí turbulencias serias debido a la crisis internacional de la economía. El problema es que estas consecuencias estuvieron concentradas en las espaldas de los trabajadores. Fueron casi 2,5 millones de despedidos en los meses de auge de la crisis. Los trabajadores que fueron despedidos, cuando consiguieron empleo con la recuperación de la economía, lo hicieron en una posición más precaria, ganado menos de lo que ganaban antes. Oleaje, sí, fue para los bancos y grandes empresas instaladas en Brasil. El gobierno Lula inyectó más de R$ 330 billones en recursos públicos para salvar las ganancias y las fortunas de estos empresarios. Fue una ayuda decisiva para que las grandes empresas y bancos del país no quebrasen en aquel momento. El gobierno decía que ayudar a las empresas era fundamental para preservar los empleos, pero los trabajadores eran despedidos sin que el gobierno fuera capaz de emitir una medida provisoria (decreto) para prohibir los despidos. Nosotros estamos en contra que el estado vaya a socorrer empresas para evitar que ella cierre y despida trabajadores. En esa situación, el Estado tiene que asumir el control y la propiedad de la empresa para preservar los empleo y para que la riqueza producida por ella pase a ser de la sociedad y no del dueño de ella. El enorme volumen de recursos públicos usados para salvar a los empresarios (hasta hoy se está haciendo esto con exoneraciones fiscales y crédito barato del BNDES) tuvo que salir de algún lugar. Está saliendo de aquello que debería ser invertido en las políticas públicas que interesan a la población. Esa es la razón por la cual el gobierno dice que no tiene recursos para aumentar el salario de los funcionarios, y dice que va a congelar los salarios por diez años. Ese es el motivo del verdadero escándalo que fue la negativa del gobierno de aceptar el fin del factor previsional, aprobado en el Congreso y vetado por Lula. También explica porque faltan recursos para invertir en vivienda popular y en la reforma agraria.
Actualmente, la crisis golpea principalmente a los países de la Unión Europea. ¿Esa crisis tendrá efectos en nuestro país?
Diferente de lo que pregonan nuestras autoridades, la crisis no acabó. Por el contrario, basta ver la situación de Grecia, España, Portugal, Irlanda, además de las dificultades de la recuperación de la economía de Europa y Estados Unidos. Estamos entrando tal vez en una nueva fase de la crisis. Comienza a ser cobrado el costo de las inmensas transferencias de recursos públicos realizados por los gobiernos para salvar banqueros y grandes empresarios. Y Bral es muy dependiente del capital financiero. Es un país dominado por las transnacionales. De la industria automotora al agro-negocios, quien manda es el capital extranjero. En 2008, en el auge de la crisis, 33,8 billones de dólares fueron remitidos al exterior por las transnacionales. En este año, hasta mayo, las remesas llegaron a 11 billones de dólares, casi 40% superior al enviado en el mismo período del año pasado. Esa situación podrá producir una nueva crisis de desvalorización de las monedas, golpeando de lleno en los salarios de los trabajadores. Todo eso sin hablar de la sangría de recursos para el pago de la deuda pública (interna y externa), que sólo el año pasado consumió el 36% del presupuesto federal.
¿Cómo evalúa el actual modelo de desarrollo adoptado por Brasil?
Muchos trabajadores creen que Lula gobierna para ellos. Nosotros no creemos en esto. La alta tasa de popularidad de Lula se apoyó en la estabilidad de la economía internacional y en la creación de políticas sociales compensatorias, como la Bolsa Familia. Pero el PT mantuvo los pilares fundamentales del modelo económico de FHC (Fernando Henrique Cardoso) que benefició a la alta burguesía del país. Un ejemplo: sólo en el primer gobierno Lula, los empresarios tuvieron un aumento de 400% de sus ganancias. Mientras que el salario mínimo aumentó 57% en esos ocho años. El gobierno del PT quebró varios records del gobierno de FHC. En los dos mandatos de FHC, los bancos ganaron R$ 34,3 billones. En los dos mandatos de Lula, las previsiones hablan de algo en torno de R$ 170 billones, o sea, cinco veces más. No es verdad que Lula gobierna para los trabajadores.
¿Cómo concordar con eso cuando se mantiene el superávit primario para pagar la deuda pública? ¿Cuándo el gobierno profundiza los beneficios al agro-negocio, eligiendo hacendados como “héroes”, en tanto se paraliza la reforma agraria? Creemos que un gobierno Dilma Rousseff estaría volcado a dar continuidad a la alta ganancia del gran capital. Evidentemente, no queremos que la derecha tradicional vuelva a gobernar el país. El gobierno de FHC prácticamente arrasó el Brasil. Pero tampoco podemos concordar con la mera continuidad de lo que ahí está.
¿Cómo ve usted a la izquierda brasilera en este escenario?
La mayor parte de la izquierda brasilera, organizada dentro del PT, vivió, en los últimos 20 años, un profundo proceso de integración al orden capitalista. Hoy, el PT gobierna para los banqueros y grandes empresarios, aplicando el mismo modelo neoliberal del FHC. Esta es la realidad. La izquierda socialista brasilera, que se preservó de este proceso de degeneración política se localiza en partidos que todavía son pequeños en el escenario político y en movimientos y organizaciones de la clase trabajadora que resistieron la cooptación. Intentan construir alternativas para la lucha de masas en el país - destacaría allí el papel de la Central Sindical Popular-Conlutas - y también avanzando en la construcción de una dirección política revolucionaria para esas luchas. El esfuerzo hecho por el PSTU, pero también por el PCB y sectores del PSOL. Es la evolución de la situación política del país lo que definirá el destino de estas alternativas que están siendo construidas.
LAS ALIANZAS DE LULA
El PT se ha asociado al centro derecha para mantenerse en el gobierno. El PT encabeza una coalición de 10 partidos, donde el aliado principal es el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), que acompaña Temer, en la fórmula presidencial a Dilma. EL PMDB tiene como principal dirigente al ex presidente José Sarney (1985-1990), un controvertido político que durante la última dictadura militar, entre 1964 y 1985, fue jefe de partido, líder del Senado y corifeo del régimen, pero que en los últimos cinco años fue el sostén de Lula en el Congreso.
También forma la coalición con la que gobernará Rousseff el Partido Laborista Brasileño (PTB, sigla en portugués), que integra Fernando Collor de Mello, otro histórico adversario del PT que gobernó el país entre 1990 y 1992 y dimitió presionado por un gravísimo escándalo de corrupción. Tanto Sarney como Collor, así como otros influyentes líderes del centro y la derecha, han apoyado en los últimos años a Lula, quien se valió de su carisma, su pragmatismo y su muñeca política para mantenerlos en armonía con los sectores más radicales del PT. Pero la duda de los analistas ahora, de cara al futuro inmediato, es si Rousseff, que se afilió al PT en 1999 y jamás hizo vida dentro del partido, tendrá la habilidad de Lula para mantener unida a una base política con tan marcadas diferencias ideológicas. En su futuro Gobierno, Rousseff dependerá de esa unidad, pues así como el PT le arrebató por primera vez la primera minoría en la Cámara de Diputados al PMDB, ese partido de centro derecha mantendrá en los próximos cuatro años la primera minoría en el Senado. (EFE)
Entrevista con el politólogo Franck Gaudichaud sobre el balance de ocho años de gobierno Lula: “Un social liberalismo a la brasileña”
¿Qué balance se puede hacer al cabo de los ocho años de gobierno de Lula?
Según varios analistas, las enormes decepciones que siguieron a la llegada del PT y de Lula al gobierno en 2002 se podían prever. Es verdad que una parte de la izquierda y de los movimientos sociales no había analizado bien hasta qué punto el PT había cambiado de naturaleza y de orientación política entre principios de los años ochenta y la victoria electoral de 2002. El PT se fundó en febrero de 1980 a partir de una oposición colectiva y popular radical a la dictadura militar. Desde finales de 1978, sindicalistas, intelectuales, dirigentes de movimientos populares hablaban de la necesidad de crear en Brasil un nuevo partido independiente, de clase y abiertamente socialista.
El PT ha sido uno de los partidos obreros más grande del mundo y sigue siendo el partido de izquierdas más importante de América Latina. En sus inicios, reunió una gran variedad de sectores sociales movilizados: sindicalistas, claro está, procedentes principalmente de la CUT (3), que representan su columna vertebral, militantes de movimientos asociativos, feministas, vecinales, pero también muchas comunidades de cristianos de base, inspiradas en la teología de la liberación. En veinte años y tras tres derrotas electorales sucesivas en las elecciones presidenciales, el partido ha cambiado mucho. De un programa inicial anticapitalista, que prometía una alternativa radical, el discurso se ha vuelto cada vez más moderado, de centro izquierda. En 2002, el eslogan de la campaña de Lula era “Paz y amor”... Tenemos aquí un nuevo ejemplo de lo que el británico Perry Anderson analizó en Europa: «la izquierda ganó sus galones de partido de gobierno después de haber perdido la batalla de las ideas».
El PT ha sufrido una transformación de su composición social, dejando un sitio cada vez mayor a las clases medias e intelectuales con un proceso de institucionalización-burocratización de su aparato y de su dirección, progresivamente ocupada por los parlamentarios y los diferentes elegidos en detrimento de los sindicalistas de ayer. A pesar de todo, la victoria de Lula en 2002 despertó muchas esperanzas en el país e incluso en toda América Latina. Pero ha llegado el momento de hacer un balance. El sociólogo Emir Sader habla del “enigma Lula”, que escaparía a los juicios ya hechos. Otros sociólogos como Michael Löwy o Atilio Boron son más críticos y este último señala que estos dos mandatos han estado marcados por el “posibilismo conservador”. En efecto, se puede constatar que Lula ha renegado de los ideales del PT de 1980 para poner la estabilidad macroeconómica y los intereses del capital muy por encima de las reformas sociales prometidas.
Hay señales evidentes de continuismo con la política de F. H. Cardoso (el gobernante anterior), con el argumento de que la salvación de Brasil sigue siendo el mercado mundial, la explotación masiva de materias primas y la apertura del país (y de su mano de obra) a las transnacionales. En este sentido, el “éxito” económico es real: la economía de Brasil es una de las más dinámicas del mundo, con más de 5 % de crecimiento anual, y vista desde Brasilia la crisis sólo habría sido una “marejadilla”, en palabras del propio Lula. Sin tocar a la estructura social, y con el aplauso de los grandes empresarios y del FMI, el gobierno de Brasil practica tasas de interés muy elevadas, para gran beneficio de los capitales especulativos internacionales. Este “éxito” tiene como contrapunto el mantenimiento, incluso el incremento, de las desigualdades sociales y de renta, lo que constituye uno de los principales problemas democráticos reales del país. Brasil es una especia de “Suiza-India”, que reúne en el mismo territorio rentas extremas.
Sin embargo, Lula no ha actuado sobre esas desigualdades estructurales: en efecto, durante su mandato, las rentas de los más pobres han aumentado de manera notable pero las de los ricos todavía más. Según el economista Pierre Salama, el número de brasileros con más de mil millones de dólares en activos financieros creció de más de 19% solamente entre 2006 y 2007. Otro problema aún más grande es que Brasil se ha embarcado en una política de agrobusiness, que incluye el cultivo intensivo de OGM y de agrocombustibles, para gran regocijo de empresas como Monsanto, acogidas con los brazos abiertos, pero con consecuencias medioambientales y sociales desastrosas. Por lo demás, esto llevó a la Ministra de ecología, Marina Silva, a dimitir al cabo de unos meses. En estas condiciones, la gran reforma agraria tan esperada, tan anunciada durante la campaña, no se ha llevado a cabo. Sin embargo, en Brasil, no podrá haber desarrollo alternativo, democrático y sostenible, sin una reforma agraria radical. Se trata de una problemática ineludible.
Toda esta política ha representado una ducha de agua fría para el movimiento social y en particular para el MST (4), el mayor movimiento social del continente (que reúne a varios millones de militantes) y uno de los más interesantes por sus formas de auto-organización y de promover una educación popular impresionante.
Sin duda, esas políticas públicas conservadoras se han visto favorecidas por los obstáculos institucionales del Estado federal que es Brasil. El PT es minoritario en el Parlamento y en el Senado y sólo es mayoritario en tres estados. Desde el principio, buscó aliarse con la derecha liberal y latifundista para gobernar, lo que acentuó su inmovilismo, en particular desde el punto de vista de la política agraria. Además, la exigencia de estabilidad económica era un argumento al que Lula era muy sensible en el momento de su elección, como muestra la carta a los brasileños que publicó durante la campaña. Sus principales asesores económicos habían salido de las escuelas del pensamiento neoliberal estadounidense y la contrarreforma del sistema de pensiones de los funcionarios fue una de las primeras medidas que tomó su gobierno.
Esta revisión de las conquistas sociales de los funcionarios condujo a la aparición de las primeras diferencias en el seno del PT y llevó a la creación del PSOL (5) en torno a figuras de la izquierda como Heloisa Helena o Plinio Sampaio. Sin embargo, sería erróneo olvidar que Lula sigue siendo extraordinariamente popular, sobre todo entre las clases más pobres (en particular del Nordeste). Ha llevado a cabo varios programas sociales asistencialistas (especialmente durante el segundo mandato), muy rentables electoralmente, como Bolsa Familia (6), programa de ayuda financiera condicionado a la escolarización infantil, que han logrado sacar de la miseria extrema a más de 20 millones de brasileños. La cobertura social y los sueldos mínimos han sido también ampliados y los niveles de criminalización de los movimientos sociales por parte del Estado han bajado considerablemente, abriendo espacios de diálogo e incluso de cooptación de muchos dirigentes sociales y sindicales. Tampoco hay que olvidar que los grandes grupos mediáticos están en manos de una oligarquía arcaica, todavía ferozmente hostil a Lula, que le sigue considerando un sindicalista procedente de la izquierda, y por lo tanto potencialmente peligroso por la composición de su base social.
En resumen, se podría decir que la política de Lula conjuga una política macroeconómica neoliberal y una política social asistencialista centrada en la lucha contra la extrema pobreza, dando in fine estabilidad al sistema, razón por la cual el ex sindicalista es considerado por Wall Street y gran parte de las elites como uno de los mejores presidentes de la historia democrática del país. Se podría calificar su gestión de “social liberalismo a la brasileña” o quizá como hacen algunos autores de “liberal-desarrollismo”, puesto que el Estado brasileño sigue queriendo regular una parte de la actividad económica del país.

MUJICA QUIERE SER COMO LULA, Y HACE MERITOS PARA ELLO:
LULA HA DESMONTADO EL PROGRAMA ORIGINAL DEL PT: MUJICA LO HA HECHO, DEL FA Y DEL MPP.
LULA, AL REBAJAR EL PROGRAMA Y GOBERNAR PARA BANQUEROS Y MULTINACIONALES, SE HAN PRODUCIDO DESGAJAMIENTOS POR LA IZQUIERDA DEL PT; EL PROGRESISMO CON EL MISMO PROGRAMA HA TENIDO DESPRENDIMIENTOS POR LA IZQUIERDA.
LULA ES NEOLIBERAL EN ECONOMIA- MUJICA LO ES Y LO CUMPLE CON HONORES.
LULA PRACTICA EL ASISTENCIALISMO (BOLSA): MUJICA LO PRACTICA INCLUSIVE CON PRESTAMOS DEL BANCO MUNDIAL.
LULA ELABORA ALIANZAS CON LA DERECHA: MUJICA HA CREADO EL GOBIERNO DE UNIDAD NACIONAL CON LAS DERECHAS BLANQUICOLORADAS.
LULA SE PUSO TRAJE: MUJICA TAMBIEN.

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