Entrevista con David Harvey
La izquierda tiene tendencia a ser muy conservadora y dar batallas dictadas por las condiciones económicas y políticas de hace 30 o 40 años.
Paradoja de la actual crisis económica: a pesar de la mundialización, no es verdaderamente global. Violenta en los países industrializados en los que el paro progresa, sólo toca superficialmente a los grandes países emergentes del antiguo tercer mundo, que conocen insolentes tasas de crecimiento. Para el geógrafo David Harvey es un giro geopolítico: a partir de ahora, las riquezas emigran del Oeste hacia el Este. Esta nueva cartografía de los flujos de capital es fuente de inestabilidades políticas y sociales. Pero no modifica en nada la profunda naturaleza de desigualdad del crecimiento, que sigue sirviendo, en su opinión, a los intereses de los más ricos. Plantea, a la inversa, la instauración de verdaderas políticas de desarrollo que beneficien a la mayoría.
Jefe de fila de la "geografía radical" ("radical geography"), corriente constituida en los años 1960 sobre una base antiimperialista y anticapitalista, David Harvey es una de las figuras de la izquierda intelectual americana. Nacido en Gran Bretaña, enseña en los Estados Unidos desde hace muchos años, hoy en la universidad de New York (Cuny). Muchas de sus obras están publicadas en castellano por Akal, particularmente, Espacios de Esperanza, El nuevo imperialismo, Breve historia del neoliberalismo…
¿Cambia algo la crisis económica y financiera actual en la "geografía de la dominación"?
David Harvey: Ratifica una situación ya perceptible anteriormente. En 1987, a la salida de una de las precedentes crisis económicas, los Estados Unidos habían llegado a la conclusión de que, cualquiera que fuera su estrategia económica, en adelante no podían ya actuar solos. Tenían necesidad de los demás países. En 2010, la mitad del mundo se comporta de forma keynesiana y la otra mitad es monetarista. Pero los gobiernos de los países en crisis no han cambiado nada hasta ahora en las políticas que llevaban. Intentan prolongar el mundo tal como era antes. La economía de antes de la crisis era favorable a los más ricos. La política era dirigida por los más ricos, la utilizan para mantener su dominación.
Los grandes países industrializados atraviesan una crisis económica y social fuerte, pero no es el caso de China o Brasil. ¿Cambia la geopolítica de las economías?
Es un momento clave desde el punto de vista geopolítico. Hasta ahora las riquezas iban del Este hacia el Oeste. Pero hoy tienen tendencia a seguir la trayectoria inversa: del Oeste hacia el Este. Se oye mucho que es una crisis mundial, pero no lo creo. O entonces, todas las crisis desde hace treinta años lo han sido, salvo que cada vez afectan a ciertas partes del mundo más duramente que a otras. Si estuvieras en China dirías: "¿qué crisis?". Pero en 2001, cuando Argentina conoció una enorme recesión con el 30% de paro, los americanos no veían la crisis. Mis amigos argentinos me dicen hoy: "¡Atravesaréis un programa de ajuste estructural! Ahora vais a saber lo que es…". Esto podría crear una situación incómoda, incluso peligrosa.
Casi en todas parte crece una fiebre antiinmigrantes: en Europa, en los Estados Unidos, en Asia oriental. Hay también una recuperación de los nacionalismos y de los estereotipos nacionales. La lectura de los periódicos alemanes en el momento de la crisis griega era muy dolorosa. En Europa, la idea de una solidaridad entre los países ha saltado en pedazos. En los Estados Unidos, se desarrolla la expresión política de un miedo al declive. Las últimas recesiones americanas han sido seguidas de episodios de crecimiento que no creaban empleos. Esta vez es aún peor, porque el paro continúa aumentando mientras la recesión ha terminado oficialmente. Alrededor de la mitad de las pérdidas de empleos de los países industrializados se concentran en los Estados Unidos.
La loca reacción de la derecha americana, con el movimiento del Tea Party, pero también la actitud de la derecha del Partido Demócrata que no ha defendido el balance de Obama, son indicadores de que mucha gente tiene miedo. El gobierno americano está tentado de endurecer su posición respecto a China. Pero los chinos no quieren que los maltraten. La suspensión por China de sus exportaciones de tierras raras [nombre dado a un conjunto de metales raros] es también por su parte una forma de provocación. Hemos vivido un episodio de "guerra de las divisas". Emergen antagonismos que no son aún terribles, pero que podrían serlo.
La tentación proteccionista de las economías desarrolladas puede verse como una reacción antichina, pero es también una forma de proteger las industrias nacionales y el empleo.
Pero la única fuente de mejora de las condiciones de vida de los trabajadores americanos desde hace veinte años proviene de ¡las importaciones muy baratas de China! Si os protegéis contra eso vais a provocar inflación y la gente se sentirá menos rica. Los trabajadores de las industrias tienen quizá interés en el proteccionismo, pero no todos los demás.
Si tomas medidas proteccionistas y aumentas los salarios, será diferente. Pero tengo tendencia a no defender el proteccionismo. Creo que el control de los flujos de capitales es más importante. A corto plazo, instaurar una tasa sobre las transacciones y el capital para frenar la especulación. A largo plazo, habría que obligar al capital a asumir los costes políticos, sociales y medioambientales que implican sus desplazamientos. Por ejemplo, tasando las empresas para hacerles pagar el coste social de sus deslocalizaciones.
Mencionas los costes medioambientales de la actividad económica. Para los ecologistas, son tan elevados que hay que salir del modelo del crecimiento, y algunos llegan incluso a plantear un decrecimiento. ¿Qué piensas de esto?
A largo plazo será preciso el crecimiento, pero débil. No hay forzosamente necesidad de crecimiento para desarrollarse, contrariamente a lo que se nos sigue diciendo. Desde hace treinta años el crecimiento no ha servido en absoluto para el desarrollo. Al contrario, ha producido subdesarrollo, incluso en los Estados Unidos: la desindustrialización ha transformado vidas estables en vidas inestables, muy precarias. Lo mismo ha ocurrido en Europa.
El crecimiento sirve siempre a los intereses de los más ricos, no los de la amplia mayoría de la población. Se nos ha dicho siempre que era más fácil redistribuir con un crecimiento más fuerte. Pero esto no es lo que ha ocurrido. Mira los países que tienen un fuerte crecimiento hoy, India por ejemplo: el año pasado, el número de multimillonarios se duplicó allí. Algunos salen muy bien. Pero no todo el mundo se beneficia de ello. Lo mismo en China, donde las desigualdades sociales son gigantescas.
Sin embargo la noción de crecimiento cero me plantea problemas. Estamos en situación de crecimiento demográfico. Proponer el decrecimento en África no me parece razonable. La situación actual es muy interesante: no es verdaderamente crecimiento cero, pero no se está muy lejos con un muy débil crecimiento en el mundo industrializado capitalista. No es forzosamente un problema en sí mismo. Son los planes de rigor en la educación, las economías en los gastos sociales los que son problemáticos. Los poderes políticos, para preservar los intereses de los más ricos atacan a lo que permite el desarrollo del resto de la población. Sólo los movimientos sociales pueden esperar cambiar este curso de las cosas, a imagen de las manifestaciones en Francia contra la reforma de las jubilaciones.
Sin embargo este movimiento de las jubilaciones no ha logrado proponer alternativas radicales y ambiciosas a la política de alargamiento de la duración del trabajo. Según las movilizaciones, los sindicatos continúan reclamando más poder de compra, más empleos, por tanto más crecimiento.
La izquierda tiene tendencia a ser muy conservadora y a llevar a cabo batallas dictadas por las condiciones económicas y políticas de hace treinta o cuarenta años. No es cierto para todos los sindicatos, pero para un cierto número de ellos seguimos en los años 60. En aquella época, se creía que el crecimiento era algo bueno, y que la izquierda haría de él mejor uso que los capitalistas. Eso no se puede creer hoy. La izquierda no juega su papel. No sabe verdaderamente porqué luchar. Con Seattle en 1999, y luego la experiencia de los foros sociales, hubo signos esperanzadores pero no han sido concluyentes. La izquierda sigue sufriendo los mismos problemas: está dividida y atrapada por su fetichismo de las formas organizativas. Cada grupo tiene su visión de lo que es una organización perfecta, pero independientemente de los problemas con que se encuentran. Es como si un médico propusiera el mismo tratamiento para un simple arañazo en el dedo o una grave gripe.
http://www.mediapart.fr. Traducido para Viento Sur por Alberto Nadal
Jefe de fila de la "geografía radical" ("radical geography"), corriente constituida en los años 1960 sobre una base antiimperialista y anticapitalista, David Harvey es una de las figuras de la izquierda intelectual americana. Nacido en Gran Bretaña, enseña en los Estados Unidos desde hace muchos años, hoy en la universidad de New York (Cuny). Muchas de sus obras están publicadas en castellano por Akal, particularmente, Espacios de Esperanza, El nuevo imperialismo, Breve historia del neoliberalismo…
¿Cambia algo la crisis económica y financiera actual en la "geografía de la dominación"?
David Harvey: Ratifica una situación ya perceptible anteriormente. En 1987, a la salida de una de las precedentes crisis económicas, los Estados Unidos habían llegado a la conclusión de que, cualquiera que fuera su estrategia económica, en adelante no podían ya actuar solos. Tenían necesidad de los demás países. En 2010, la mitad del mundo se comporta de forma keynesiana y la otra mitad es monetarista. Pero los gobiernos de los países en crisis no han cambiado nada hasta ahora en las políticas que llevaban. Intentan prolongar el mundo tal como era antes. La economía de antes de la crisis era favorable a los más ricos. La política era dirigida por los más ricos, la utilizan para mantener su dominación.
Los grandes países industrializados atraviesan una crisis económica y social fuerte, pero no es el caso de China o Brasil. ¿Cambia la geopolítica de las economías?
Es un momento clave desde el punto de vista geopolítico. Hasta ahora las riquezas iban del Este hacia el Oeste. Pero hoy tienen tendencia a seguir la trayectoria inversa: del Oeste hacia el Este. Se oye mucho que es una crisis mundial, pero no lo creo. O entonces, todas las crisis desde hace treinta años lo han sido, salvo que cada vez afectan a ciertas partes del mundo más duramente que a otras. Si estuvieras en China dirías: "¿qué crisis?". Pero en 2001, cuando Argentina conoció una enorme recesión con el 30% de paro, los americanos no veían la crisis. Mis amigos argentinos me dicen hoy: "¡Atravesaréis un programa de ajuste estructural! Ahora vais a saber lo que es…". Esto podría crear una situación incómoda, incluso peligrosa.
Casi en todas parte crece una fiebre antiinmigrantes: en Europa, en los Estados Unidos, en Asia oriental. Hay también una recuperación de los nacionalismos y de los estereotipos nacionales. La lectura de los periódicos alemanes en el momento de la crisis griega era muy dolorosa. En Europa, la idea de una solidaridad entre los países ha saltado en pedazos. En los Estados Unidos, se desarrolla la expresión política de un miedo al declive. Las últimas recesiones americanas han sido seguidas de episodios de crecimiento que no creaban empleos. Esta vez es aún peor, porque el paro continúa aumentando mientras la recesión ha terminado oficialmente. Alrededor de la mitad de las pérdidas de empleos de los países industrializados se concentran en los Estados Unidos.
La loca reacción de la derecha americana, con el movimiento del Tea Party, pero también la actitud de la derecha del Partido Demócrata que no ha defendido el balance de Obama, son indicadores de que mucha gente tiene miedo. El gobierno americano está tentado de endurecer su posición respecto a China. Pero los chinos no quieren que los maltraten. La suspensión por China de sus exportaciones de tierras raras [nombre dado a un conjunto de metales raros] es también por su parte una forma de provocación. Hemos vivido un episodio de "guerra de las divisas". Emergen antagonismos que no son aún terribles, pero que podrían serlo.
La tentación proteccionista de las economías desarrolladas puede verse como una reacción antichina, pero es también una forma de proteger las industrias nacionales y el empleo.
Pero la única fuente de mejora de las condiciones de vida de los trabajadores americanos desde hace veinte años proviene de ¡las importaciones muy baratas de China! Si os protegéis contra eso vais a provocar inflación y la gente se sentirá menos rica. Los trabajadores de las industrias tienen quizá interés en el proteccionismo, pero no todos los demás.
Si tomas medidas proteccionistas y aumentas los salarios, será diferente. Pero tengo tendencia a no defender el proteccionismo. Creo que el control de los flujos de capitales es más importante. A corto plazo, instaurar una tasa sobre las transacciones y el capital para frenar la especulación. A largo plazo, habría que obligar al capital a asumir los costes políticos, sociales y medioambientales que implican sus desplazamientos. Por ejemplo, tasando las empresas para hacerles pagar el coste social de sus deslocalizaciones.
Mencionas los costes medioambientales de la actividad económica. Para los ecologistas, son tan elevados que hay que salir del modelo del crecimiento, y algunos llegan incluso a plantear un decrecimiento. ¿Qué piensas de esto?
A largo plazo será preciso el crecimiento, pero débil. No hay forzosamente necesidad de crecimiento para desarrollarse, contrariamente a lo que se nos sigue diciendo. Desde hace treinta años el crecimiento no ha servido en absoluto para el desarrollo. Al contrario, ha producido subdesarrollo, incluso en los Estados Unidos: la desindustrialización ha transformado vidas estables en vidas inestables, muy precarias. Lo mismo ha ocurrido en Europa.
El crecimiento sirve siempre a los intereses de los más ricos, no los de la amplia mayoría de la población. Se nos ha dicho siempre que era más fácil redistribuir con un crecimiento más fuerte. Pero esto no es lo que ha ocurrido. Mira los países que tienen un fuerte crecimiento hoy, India por ejemplo: el año pasado, el número de multimillonarios se duplicó allí. Algunos salen muy bien. Pero no todo el mundo se beneficia de ello. Lo mismo en China, donde las desigualdades sociales son gigantescas.
Sin embargo la noción de crecimiento cero me plantea problemas. Estamos en situación de crecimiento demográfico. Proponer el decrecimento en África no me parece razonable. La situación actual es muy interesante: no es verdaderamente crecimiento cero, pero no se está muy lejos con un muy débil crecimiento en el mundo industrializado capitalista. No es forzosamente un problema en sí mismo. Son los planes de rigor en la educación, las economías en los gastos sociales los que son problemáticos. Los poderes políticos, para preservar los intereses de los más ricos atacan a lo que permite el desarrollo del resto de la población. Sólo los movimientos sociales pueden esperar cambiar este curso de las cosas, a imagen de las manifestaciones en Francia contra la reforma de las jubilaciones.
Sin embargo este movimiento de las jubilaciones no ha logrado proponer alternativas radicales y ambiciosas a la política de alargamiento de la duración del trabajo. Según las movilizaciones, los sindicatos continúan reclamando más poder de compra, más empleos, por tanto más crecimiento.
La izquierda tiene tendencia a ser muy conservadora y a llevar a cabo batallas dictadas por las condiciones económicas y políticas de hace treinta o cuarenta años. No es cierto para todos los sindicatos, pero para un cierto número de ellos seguimos en los años 60. En aquella época, se creía que el crecimiento era algo bueno, y que la izquierda haría de él mejor uso que los capitalistas. Eso no se puede creer hoy. La izquierda no juega su papel. No sabe verdaderamente porqué luchar. Con Seattle en 1999, y luego la experiencia de los foros sociales, hubo signos esperanzadores pero no han sido concluyentes. La izquierda sigue sufriendo los mismos problemas: está dividida y atrapada por su fetichismo de las formas organizativas. Cada grupo tiene su visión de lo que es una organización perfecta, pero independientemente de los problemas con que se encuentran. Es como si un médico propusiera el mismo tratamiento para un simple arañazo en el dedo o una grave gripe.
http://www.mediapart.fr. Traducido para Viento Sur por Alberto Nadal
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